El deseo (o no) de ser madre y vínculo prenatal
Si naciste con vagina y te educaron como a una niña, probablemente habrás crecido con la idea más o menos explícita de que una de las mayores fuentes de realización que podrás vivir es la maternidad.
También darás por hecho que lo serás cuando sientas un deseo inevitable en ti de criar, cuidar y acompañar a unos cuantos cachorritos en un momento dado de la vida, preferiblemente a partir de los 30, o cuando tu vida ya esté más o menos estructurada en relación a lo que socialmente nos dicta el sistema en el que vivimos.
Y con todo eso, luego estás tu, vosotras, tu realidad, vuestras – nuestras realidades como mujeres y las auténticas verdades sobre la maternidad.
Hay mujeres que realmente sí sienten un deseo profundo, desde las entrañas, de gestar, acompañar a un bebé, y otras, simplemente, no. Porque están desconectadas de su cuerpo, porque realmente no les apetece ser madres y se sienten obligadas a serlo, porque por encima del deseo está el miedo … Por lo que sea, pero la realidad es que su cuerpo no vive esta llamada de manera consciente.
Y ¿por qué? Porque cada cuerpo – mente – espíritu es diferente, tiene su propio contexto e historia, como después cada ser es único y singular.
Quizás en un momento de tu vida sí sentiste esa llamada biológica pero, como mujer, y concretamente mujer dentro tu sociedad, tu mente te dijo que olvidaras esto y decidiste postponerlo.
Quizás sentiste la llamada “en el momento socialmente adecuado”, pero por la magia de la fertilidad, los bebés llegaron mucho tiempo más tarde, en un momento en el que llevabas tiempo cansada, emocionalmente agotada, y tu deseo parecía incluso haber desaparecido.
Quizás sí sentías deseo profundo de ser madre, y aun así, cuando te quedaste embarazada, por lo que fuera, tuviste que decidir no serlo.
Quizás no tenías deseo, pero decidiste ser madre porque para tu pareja sí que era importante, y confiaste en que ese deseo aparecería después. Y a lo mejor sí apareció, o no.
Quizás ahora mismo estés leyendo esto porque estás pensando en abrirte al camino de la maternidad y entonces te preguntas ¿Yo realmente deseo ser madre?
Y es que … ¿ Qué es realmente desear ser madre?
La sociedad nos impone lo que implica desear un hijo y ser madre. Ni siquiera el mismo deseo de serlo, podemos decir que sea un auténtico deseo, porque nuestro cuerpo, sus emociones y sensaciones reales, están condicionadas por lo que socialmente recibimos cuando éramos pequeñas.
Quizás, si fuéramos transparentes y estuviéramos realmente conectadas con lo que sentimos, podríamos poner más matices a nuestra manera de relacionarnos con la idea de abrirnos a la maternidad, esperar que llegue un bebé a nuestro cuerpo, gestarlo, parirlo, acompañarlo en su nacimiento, y criarlo.
Quizás al llegar a nuestro corazón nos daríamos cuenta de que sí, que lo deseamos así desde nuestro cuerpo, o no. Que nos da miedo esa responsabilidad, que nos apetece pero tenemos pavor a la idea de que alguien esté dentro de nosotras, que luego tenga que salir, que nos da miedo perder un cuerpo que socialmente era aceptado, para pasar a otros cuerpos no normativos. No tiene sentido hablar de falsas conexiones con la naturaleza si verdaderamente no las sientes porque, para empezar, la naturaleza tiene muchos caminos y, por otra parte, llevamos años y años recibiendo mensajes estereotipados sobre lo que implica desear ser madre, quedarse embarazada, gestar, parir, nacer, criar … Y nos guste o no, nos hemos empapado de todo esto sin darnos cuenta, y luego no es tan fácil como decir yo no lo siento así, o yo no lo quiero así.
Quizás nos damos cuenta que queremos vivir la maternidad pero no necesitamos que sea una maternidad desde nuestra propia biología, y nos sentimos capaces de ser madres desde el corazón, sin compartir material genético con el ser al que acompañamos, pero sintiéndonos igualmente madres de esa criatura.
Quizás sientas que te apetece acoger temporalmente bebés o niños, acompañarlos, y ese es tu deseo profundo de maternidad.
Quizás llega un momento en que nos damos cuenta de estamos buscando un bebé o estamos embarazadas, y no sabemos muy bien por qué, o por qué desde nosotras y no desde lo que nos contaron que debería.
Y entonces, ¿qué pasa con este bebé? ¿Cómo afecta el vínculo al deseo?
Cómo deseamos o no a este bebé que llega o que estamos buscando, es nuestra primera forma de relacionarnos con él.
Y las relaciones pueden ser sanas y amorosas de muy distintas maneras, más allá de lo que se nos ha hecho tradicionalmente pensar.
Hay muchas formas de amar un hijo, de desearlo, de quererlo o no quererlo desde el principio.
Y aunque la realidad es un bebé necesita amor para su crecimiento, el amor debe ser siempre sincero. Y es que podemos desear, amar, y al mismo, aceptar que tenemos miedo, que no todo lo tenemos claro, que estamos muy cansadas, que ahora mismo nos duele todo, que nuestro hijo anterior transformó las ideas sobre la maternidad que teníamos preconcebidas e idealizadas o que por el contrario, nos abrió un mundo descubierto que hasta ahora nos era desconocido. Que estamos confundidas, asustadas, o llenas de ilusión, gozosas, o más vivas que nunca.
Y esa relación con tu hijo, cómo lo has deseado o no, desde donde, simplemente es SU HISTORIA, VUESTRA HISTORIA. Y lo que hace saludable la relación, es hacernos humanas, mujeres capaces de decir como se sienten, cómo han vivido su embarazo, y que él bebé escuche con claridad la realidad de su propio camino, y del tipo de acompañamiento que ha recibido desde el comienzo de su historia de manera simbólica y después física dentro de esta familia.
Espero que este artículo os invite a reflexionar sobre vosotras mismas, cómo habéis llegado a la maternidad, y desde el amor y el no juicio, arropar y acompañar los procesos vividos, entendiendo que cada camino es único, y que vuestros hijos no necesitan historias ideales, sino vuestra realidad, su auténtica historia, la vuestra, para entender, transformar lo que sea necesario, y construir una relación desde un amor sincero, saludable, humilde, grande, vulnerable y fuerte.